Aquellas cosas que distancian de la radio

Errores, ruidos, palabrotas y varios motivos a mejorar en el dial.

Por Alicia Petti.

La falta o el exceso de música, el idioma muchas veces grosero y chabacano, la extensión de las entrevistas, los avisos a velocidad extrema, los sonidos no permitidos y que estropean el aire, la indiferencia hacia algunos profesionales y lo que provoca la cámara de TV -que, además, hizo perder la magia de este medio- son algunos de los defectos radiales que pueden y deben corregirse.

Que la radio es servicio, siempre acompaña, tiene total vigencia, logra primicias de todo tipo, antes que la TV y la gráfica, son afirmaciones que nadie niega ni discute. La radio es un medio que se escucha, contiene fieles seguidores y no pocos totalmente identificados con sus conductores, su estilo y su forma de trabajo. Pero también a la hora del balance merecen señalarse algunos defectos que si fueran subsanados permitirían, sin duda, mejorar la performance de cada programa, la mejor manera de comunicarse para sus animadores y para todos aquellos que están frente al micrófono.

En principio no se puede dejar de señalar que es bueno para quienes secundan al conductor que se sepa su nombre, ya sea el de los columnistas, locutores y por lo menos una vez a la semana, el operador. Del mismo modo, corresponde destacar al equipo de producción, que no son simples portadores de buena agenda, sino que aportan ideas, generan entrevistas diferentes y logran creativas producciones.

Una de las críticas más frecuentes (antes se afirmaba que la radio era la combinación perfecta de la música y las palabras) es el tema de la música. Muy escasa en la AM, prácticamente sólo como cortinas musicales, en general con repetición de temas que suenan machaconas por cierto y como contrapartida a veces muy exagerada en la FM, donde cumplen a rajatabla eso de ocho o 10 temas por hora, dejando muy poco espacio para la expresión de los conductores.

Los sonidos también dan que hablar, porque no pocas veces se oyen celulares, puertas que se abren y cierran, el característico ruido de vajilla y, lo que es peor aún, las voces de algunos conductores que demuestran que están comiendo y luego elogiando a la empresa que envió esas vituallas. Además de las toses y estornudos que suenan por aquí y por allá, suele haber momentos en que hablan todos juntos y el oyente no entiende lo que dicen. Y aquí debe sumarse el tema de las malas palabras, que en la radio se emiten frecuentemente, sumadas a expresiones groseras y frases chabacanas.

Todo esto podría definirse con una frase: la radio en muchos casos ha perdido el cuidado del aire, por el lenguaje poco ortodoxo que utiliza y porque, a veces, se suscitan encontronazos, enfrentamientos y hasta peleas, en las que nadie interviene ni cuida. Y esto ocurre porque, en la mayoría de los casos, desapareció el control del aire. En algunas emisoras hoy todavía existe la figura del coordinador (se recuerda que antes se movían en el estudios con un cronómetro colgado al cuello), es decir, la persona que controla desde la extensión de la entrevista o la participación de los columnistas y la inclusión del tema musical hasta evitar que se coma en el estudio y que no se produzcan ruidos o sonidos ajenos al programa.

Además, desde la época de oro de la radio, en general, los directores de las emisoras atentos a la programación en el aire se trasladaban inmediatamente al estudio cuando advertían que algo improcedente sucedía para tomar las medidas del caso y, en no pocas situaciones, de carácter drástico: de advertencias a suspensiones.

La extensión de las entrevistas es otro tema para mejorar, dado que, en algunos casos, resultan muy extensas y agobiantes. Suele ocurrir, a su vez, que el conductor sólo menciona al entrevistado al inicio y no vuelve a mencionarlo ni siquiera por su nombre de pila. La audiencia de radio, no está quieta, se mueve todo el tiempo y es más que necesaria esa repetición.

La reverberancia de todo lo que ocurre en la pantalla chica (en especial de los personajes mediáticos y las vidas privadas) teniendo en cuenta que la TV casi nunca se ocupa de radio es otro punto negro. Por otra parte, en las tandas publicitarias, el locutor suele comenzar todos esos comerciales (grabados) en tono normal y, en los siguientes segundos, a una velocidad tal que prácticamente no se entiende ni la marca ni a qué producto se refiere.

Como frutilla de la torta, el aporte tecnológico de los últimos años incluye la cámara de televisión en los estudios. No sólo logró extinguir la «magia de la radio», esa que permite a cada oyente imaginar de qué manera se desarrolla su programa y se comportan sus protagonistas, sino que en la mayoría de los casos muchos de ellos están pendientes más de la cámara que del micrófono. Es decir, salen impostados y en actitud escénica. Y eso no es la radio. Así podríamos seguir enumerando, pero en este caso aplicando el leitmotiv de una famosa canción, por ahora: «Éstas son las cosas que me alejan? de la radio».

Fuente: Diario La Nacion.