Por Marcelo Cotton.
¿Qué es el silencio? ¿La ausencia de sonido? No. El silencio un elemento narrativo. El silencio cuenta. ¿Qué cuenta? Nada que pueda explicitarse. Pero sí todo el resto.
El músico experimental John Cage, incorporó en uno de sus trabajos discográficos, el tema “4 minutos 33 segundos”. Se trata de absoluto silencio. Según él, el silencio es la ventana, lo que permite escuchar lo que hay del otro lado. “Cuando hacemos silencio escuchamos lo que no escucharíamos si hubiera ruido, incluso si estuviéramos encerrados en una habitación totalmente protegida de los sonidos del exterior escucharíamos nuestro propio sistema digestivo en funcionamiento (…)”. Si hay silencio, siempre hay algo para escuchar.
Como los blancos en una página, se dice que el silencio en radio ayuda a resaltar, subrayar, a dar envión, a generar expectativa, tensión, etc. Es cierto. Pero el silencio no es responsabilidad del emisor solamente, el silencio es el espacio para que sea completado por el oyente. Es el espacio en el que efectivamente se logra la comunicación. Como oyentes, a través de un silencio bien colocado, somos parte activa, entramos, nos encontramos (o extraviamos). Como fuere, en el silencio somos nosotros.
El periodista español Jesús Quintero, maestro en el manejo de los silencios en sus entrevistas tanto en radio como en TV, ha logrado a través de éste generosas confesiones de sus entrevistados. Gracias a que el silencio no permite mentir, no miente, es. Cuando el entrevistado contestaba una pregunta, generalmente producto de una respuesta automática, reproducida por la mente, el silencio posterior del entrevistador hacía emerger el aspecto más auténtico del entrevistado. La incomodidad que surge del silencio debe ser llenada, no con repeticiones de lo ya dicho, sino con lo que es más profundo.
Cuando uno quiere comunicarse, entendiéndose a la comunicación no como un traspaso de información sino como un juego de por lo menos dos, el silencio cobra vital importancia. Es la reflexión luego de un pensamiento, es la tensión luego de tirar de la cuerda, es la expectativa, la presunción, el cuestionamiento luego de una pregunta o un misterio aún sin develar. Pero es el oyente quien entra, se involucra y pone en juego su pensamiento, su sentimiento o su imaginación. Sin embargo, no encontramos hoy en nuestra radio lugar para el silencio. ¿Hay terror al silencio? ¿O a la real participación del oyente?
El silencio nos pone en evidencia, decíamos, no nos deja mentir. Si estamos hablando de algo que no sabemos, mejor que no hagamos silencio, que hablemos sin parar. Entre el ruido se podrá colar cualquier incoherencia o arbitrariedad en el discurso, se podrá disimular la ignorancia y la falta del qué decir.
Los medios de comunicación (y la radio en particular) por momentos parece estar suturada, enferma de palabras. Y créanlo, no hay mejor remedio para la comunicación que el silencio. Y si no lo creen hagan la prueba. Hagamos silencio para comprobar qué valor tienen las palabras.