Por Juan Sasturain.*
Extracto de una entrevista realizada por Narrativa Radial a Juan Sasturain.
El fútbol no existe, existe el relato de fútbol. Durante mucho tiempo, el fútbol fue para mí un relato. Yo vi por primera vez un partido en vivo a los 18 años, cuando vine a Buenos Aires, en el año ’64. Hasta entonces, para mí Boca había sido una transmisión radial, el resultado de una narración. Yo era hincha de Boca pero no lo había visto jamás, sólo tenía referencia de las revistas que leía y los partidos que escuchaba porque no había otra forma.
Yo tenía 6 años y escuchaba los partidos con mi viejo. Tengo el recuerdo perfecto de Fioravanti, de Aróstegui, de Veiga, de Lalo Pelicciari. Veiga fue el primero que tuvo una transmisión partidaria, seguía la campaña de Boca. Él tenía una manera de relatar muy excesiva, muy exagerada, fue el primero que gritó el gol. Además, tenía un modo diferenciado de gritar los goles: los de Boca los gritaba con el alma y los de los rivales apenas los mencionaba. Pero el relato radial se modificó cuando apareció la tele. El Gordo Muñoz tuvo que competir con la televisión, por eso el detallismo y la calidad de sus transmisiones. Más allá de cualquier consideración ideológica, Muñoz inventó un montón de cosas, él contaba realmente lo que pasaba en la cancha.
Si uno escuchaba a Veiga, a Aróstegui o a Fioravanti, el relato era una descripción muy general de lo que pasaba, contaban las consecuencias más que los hechos. Como no había que competir con la imagen, el partido lo contaban, no lo relataban en detalle. Fioravanti tenía frases como “entrega la pelota a un compañero”, “saltan varios hombres” ó “se produce un amontonamiento de jugadores”. Aróstegui, por ejemplo, tenía un sinfín de frases hechas y mi viejo siempre decía que los partidos que transmitía él eran todos iguales. Las fórmulas eran tantas que yo me las acuerdo con exactitud: “El esférico sale del campo de juego, será el encargado de ponerlo otra vez en movimiento el jugador…”. En esa época, la narración podía ser más o menos apasionada, pero no era una cuestión de precisión, ni siquiera decían en qué lugar de la cancha estaba la pelota. Todo estaba dado por el tono, algunos hacían un relato romántico, otros más folletinesco; ahí aparecían los subgéneros de la narrativa.
Siempre el relato es una construcción verbal, una creación de mitologías. Además, cada partido de fútbol es una historia, más allá de que el resultado sea una cifra numérica. El desarrollo de cada partido es un suceso, y ese suceso es una historia, un cuento. Porque el fútbol, al cabo, no es más que un relato.
*Escritor y periodista. Acaba de publicar “La patria transpirada. Argentina en los mundiales” (Editorial Sudamericana).