Antes de volver a salir al aire. Salir al aire, para este psicoanalista, poeta y periodista es poner la voz. Es el prototipo del “hombre de radio”: conduce Noche tras noche (Radio Nacional), El loco de la Colina (Radio Uno) y Taxi (Radio Provincia). Oriundo de Charata, Chaco, se instaló en Buenos Aires y fue el primer movilero de rock, a través del ciclo radial Submarino Amarillo, en el que tenía la columna Tom Lupo Show. Desde allí difundió los primeros pasos de grupos que hicieron historia: Sumo, Soda Stereo, Redondos, Ratones Paranoicos, Fabulosos Cadillacs, entre otros. Siempre se destacó por su amor a la cultura y a la identidad nacional y se sigue definiendo como un obrero, un “hijo putativo del lenguaje”.
– ¿Dónde nace el seudónimo de Tom Lupo?
–En 1982 estaba editando dos revistas: Twist y gritos, para jóvenes, y otra para mujeres que se llamaba Alfonsina. Entonces, me llaman de un programa de radio que recién comenzaba, Submarino Amarillo, para hacerme un reportaje y como les caí muy bien a los productores me dijeron que les gustaría que trabajara para ellos como movilero. El móvil, por entonces, era sólo para el fútbol. Y me pidieron que me pusiera un sobrenombre rockero. Dije Tom Lupo sin pensarlo. Años después, asociando, me di cuenta de un acto inconsciente: mi único escritor admirado dentro del rock era Tom Wolfe y wolf en inglés es lobo: lupo en italiano. Y ahí podría intelectualizarlo. Pero fue un pedido para ser movilero, el primero en el rock.
–También fue el primero en juntar a Luca Prodan y a Andrés Calamaro…
–Fue un deseo de Luca. Él quería saber en qué andaba el psicoanálisis contemporáneo, el lacanismo. Le hice una síntesis y me di cuenta que lo que más le interesó de la teoría de Lacan es donde él decía que el hombre en lo afectivo no progresa, lo que progresa es la tecnología. Que, ante una mujer, nos portamos igual que en la época de Aristóteles. Y, a modo de resumen, le dije eso de que el tiempo pasa y nos vamos poniendo tecnos. “Me acabás de dar una idea bárbara. Siempre quise grabar Años, de Milanés, pero me parecía melancólica la frase el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos, vamos a grabar eso. Llamame a alguien que tenga estudio”, me dijo. Y llamé a Andrés Calamaro que tenía un estudio, El Hornero, en su casa. Era un viernes y el sábado ya estaba grabando. Calamaro puso todos los instrumentos y fue haciendo todas las pistas. Cuando Luca iba a empezar a cantar me pidió que dijera algo, porque yo había tenido la idea, entonces repetí la frase que el hombre no progresa, que lo que progresa es la tecnología. Y después arranca el tema que lo hizo muy rockero. Calamaro estaba fascinado con la creatividad de Luca que esa noche tenía un recital en Pinar de Rocha y quedó medio afónico por pasarse toda la tarde grabando el tema, sólo por gusto porque no hizo nada comercial después. Cuando muere Luca lo edita Calamaro por su cuenta. Luca era pasional, muy inteligente, cultísimo, con mucha ironía.
–¿Escuchaba a las bandas antes de pasarlas, las seleccionaba?
–Tenía una tendencia a pasar todo y volver a repetir lo que más me gustaba. Muchos años después, en el programa En mi propia lengua, tenía una sección, Tirándose a la pileta, en la que pasaba demos sin escucharlos previamente. Un día pasé el demo de un grupo muy duro y puse el tema que insultaba duramente a Duhalde, el presidente de entonces.
–¿Y qué pasó, lo echaron?
–No, tuve una reunión para ofrecerle mi renuncia a una autoridad de la radio: y se me ocurrió decirle que la radio iba a ser más creíble si yo podía continuar. Que mostraría una gran libertad de prensa. Y el tipo me dijo que tenía razón, que se iban a jugar y no me rajaron. Me parece que escuchar previamente y decidir qué es bueno y qué es malo es cuestionable. Hay que dejar que la gente también decida.
–No hay muchos que lo hagan…
–No importa, yo trato de hacerlo. No sólo con la música. También lo hago con poetas y pensadores: Macedonio, Jauretche, Walsh, Borges y Girondo. Y descubrí que nada es casual, que yo estaba devolviendo un gran favor que había recibido en la escuela secundaria. Un día entró un señor y nos dijo que era el profesor de Educación Democrática, pero que si no le contábamos a nadie, si no lo traicionábamos, nos aprobaría a todos y nos leería literatura latinoamericana. Ese señor se llamaba Haroldo Conti, el gran escritor desaparecido por la dictadura. Él se estaba jugando por nosotros como se jugó años después en un movimiento revolucionario. Tiene que haber en la vida un maestro que te estimule en el momento adecuado. Por eso creo, salvando las distancias, que estaba devolviéndole el favor y tratando de hacer lo mismo con otros jóvenes.
–¿Por qué salvando las distancias?
–Porque Haroldo Conti era un militante extraordinario y yo soy un simple obrero del lenguaje que intenta difundir la cultura nacional.
–¿Cree que hay un resurgimiento del rock de los ’80 y escasean las novedades?
–Siempre hay una tendencia a caer en el vicio de pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Hubo un clímax en los ’70 y en los ’80 que ahora no hay, pero siempre hay valores nuevos y hay que saber encontrarlos. Es interesante destacar lo que pasó a partir de la crisis de 2001, un fenómeno que no había pasado hace treinta años y es que de diez bandas nuevas, cinco o seis son de tango y folklore y el resto de rock.
–¿Cómo definiría a cada uno de los Tom Lupo que parecen vivir dentro suyo?
–El más divertido es el de la radio, tal vez el más útil es el de psicoanalista y el más pasional es el del rock, pero ahora escucho más tango, folklore, música latinoamericana y música clásica. Todo lo que hago tiene que ver con el lenguaje. La poesía sería la frutilla del postre, el atajo, en todos los programas en que estoy leo un poema porque la poesía tiene que ser dicha. A veces la poesía es presentada como una hermanita pobre. Yo leo orgullosamente un poema, pensando que el que escucha va a disfrutarlo.
–Al respecto, ¿cómo es el público de Noche tras noche?
–Lo que está pasando con Noche tras noche, que va de 2 a 5 de la mañana, cuando termina Dolina, es un fenómeno de descubrir un público nuevo de un gran nivel que yo nunca en treinta años había conocido en radio. Un público que por distintas razones está trabajando, creando o no duerme. Recibimos mensajes de una calidad que yo nunca escuché antes. Llaman poetas, gente que hace una producción en su casa en la computadora y la pasa por teléfono, personajes que hacen verdaderos llamados artísticos; no son sólo saluditos. Me acompañan Mosquito Sancineto y Gabriela Borreli. La satisfacción más grande que recibimos es la de gente que dijo que volvió a leer y volvió a escribir por escuchar el programa, eso es impagable.
–Usted dijo que lo banal y lo trivial ocuparon un lugar central y que las empresas mediáticas moldean la opinión pública, ¿sigue ocurriendo eso?
–Hay un afiche en el Tasso que dice “San Mariotto”, en alusión a uno de los principales impulsores de la Ley de Medios. Es toda una síntesis. Es fundamental la implementación de la ley de medios para que haya más pluralidad, producciones regionales, la entrada de nuevos actores, pero además la ley de medios introduce un viejo sueño personal, que es que va a haber 30 por ciento de música nacional obligatoria. Es una medida que tienen varios países, se trata de un cuidado legítimo a la identidad nacional. Acá hay radios que nunca pasaron en toda su historia temas en castellano y muchas veces el público termina escuchando y consumiendo lo que se difunde, y si vos no le das ninguna posibilidad de difusión a la música nacional, no se conoce.
–¿Por qué eligió la radio?
–Una vez terminé un programa, me esperaba un chico en la puerta y me dijo “por vos conocí a Macedonio Fernandez”. Ahí entendí por qué hago radio. En todos los programas de radio que hice siempre me las arreglé para decir “Dale de comer a tu alma”. Eso es la radio. Por supuesto entendiendo que primero hay que solucionar el problema de la comida real, pero después vienen las palabras, el placer de alimentar el alma, y por eso hacemos radio.
–¿Cómo es el vínculo con los oyentes?
–Hay que seguir acentuando la relación con los oyentes, tengo más de 30 años de radio y la comunicación con ellos es esencial. En nuestro programa, a los oyentes los llamamos socios porque son parte del programa. Hoy me doy cuenta que volvió el interés por participar, la gente quiere decir y quiere ser dicha. Hay que fomentar el intercambio que se está dando.
Por Alejandra Valentini
Fuente: Miradas al Sur
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