Héctor Larrea es un referente, no sólo de un estilo de hacer radio pasado sino también actual. Muchos conductores reconocen en él al personaje que frente al micrófono los hacía y los hace vibrar con su ritmo y el mundo que proponía y propone al encenderse la luz de aire.
En esta nota extrajimos declaraciones que hizo para el diario Clarín (cuya nota firma Gabriela Saidón) en las que cuenta cómo la radio le permitió crear su propio mundo al margen de la “realidad” creada por la información.
“La radio me atraía mucho porque inventaba realidades, mundos diferentes. Como para mí la realidad era, y es en gran medida, insoportable, yo escuchaba la radio. Tendría cinco años y mi entretenimiento era estar un ratito en cada radio. Esa magia no la podía entender. Y ponía onda corta y entraban tipos hablando en otro idioma. En la radio, lo que vos imaginás, lo podés tener. En la medida que tengas —después me di cuenta— las bases profesionales para hacerlo. A partir de un guión — lo que Mario Pergolini llamaba “los pasos de comedia de Rapidísimo”— podías lograr un mundo de ficción, como el que lográbamos con Don Verídico, el personaje de Luis Landriscina, sobre libro del uruguayo Julio César Castro. O los libretos de Mario Sánchez, que llegó a tener 70 personajes. O Porcel, que hacía un mozo. Y más cerca, entre el 80 y el 96, el Doctor Pueyrredón Arenales, un personaje de la high society que se reía de los poderosos muy sutilmente. Eso y la música eran los dos elementos fundamentales del programa. Yo nunca fui periodista ni sé nada, entonces trabajamos con gente que sabía el oficio. Tuvimos un imitador con el que pudimos sortear toda la época difícil de la dictadura buscando muy sutilmente cosas que parecieran inocentes. Los autores, yo no. Ellos tenían la habilidad. Y otra cosa que a mí me gustó siempre es tener un equipo de gente”.
Lo que muchos llamaron “radio vértigo” por el incesante suceder de personajes y situaciones creadas desde un estudio de radio, hoy puede redefinirse como un espacio de juego y placer en el crudo vértigo de la radio “informativa” que domina las programaciones de AM. Héctor Larrea sigue creando, con su equipo, una realidad radiofónica acorde a su vida y su historia.
“Yo tuve una realidad de miércoles porque mi padre murió cuando tenía nueve años, de una espantosa hemiplejia. Y en mi casa se vino una ola de desolación terrible. Yo no había visto sonreír a mi madre en tres meses ni una vez. Entonces le dije: “Mamá, ¿podemos prender la radio? Ya hace más de tres meses que murió papá”. Entonces sintoniza radio El Mundo y había una audición con extraordinarios actores cómicos, que auspiciaba Olavina, un aceite. De pronto, me doy vuelta y mi mamá estaba riendo.
Entonces yo dije —debo haber dicho… yo sé que me puse muy contento, pero debo de haber razonado—: “Ah, ven que esto hace milagros. Es como yo digo, yo quiero estar ahí porque ahí voy a poder fabricar cosas”. Pensamos lo mismo con mi productor, Jorge Marchetti, también guionista, y está para ordenarme un poco las cosas. El aire yo lo manejo. Ahí soy una persona segura, sin miedos. Los viernes, Marchetti, cuando nos vamos, me dice: “Bueno, ahora viene la realidad real”.
Estuvo más de treinta en el aire con “Rapidísimo”, la mayoría del tiempo en las mañanas de Radio Rivadavia, y ahora en “Una vuelta nacional”, de 14 a 17 por Radio Nacional, con los hermanos Alejandro y Adrián Korol, Romina Calderaro y Néstor Restivo.
“Rapidísimo empezó en el 67 en El Mundo, fue dos años a Continental, después a Rivadavia, donde estuvo hasta el 2000. Se me había hecho duro trabajar en una radio regida por el marketing. Querían que toda la mañana fuera periodística y yo no se los podía dar. El periodismo me fue corriendo. Entonces, me dijeron ¿no querés la tarde? Yo tuve una experiencia en la tarde, cuando fui a Rivadavia. Y me sentía muy bien porque era un ritmo un poco más quieto y me daba la oportunidad de llevar artistas en vivo”.
Poco a poco, Larrea, sin perder su estilo de conducción y su sabiduría para trabajar en equipo, se fue corriendo a lo musical.
“Yo me siento bien cuando estoy acá, cuando trabajo. O cuando escucho música en mi casa. La música cada vez se ha ido metiendo más en mi vida. Me resulta curativa. Y he ido adquiriendo conocimientos. A mí empezó a gustarme mucho la música clásica hará unos treinta años. Como me gusta el jazz. En mi casa, mi lugar predilecto es la discoteca.
A pesar de que no tiene proyectado hacer un programa meramente musical, Larrea crea y recrea desde siempre una radio que no pierde de vista una premisa básica de la radiofonía: música, sonidos y palabras son los materiales que dibujan nuestros oídos.
“Yo necesito el desparpajo de una patota trabajando con humor. Soy muy amigo de mis compañeros. Y la pasamos bien. Sigue siendo la radio un lugar donde la realidad la inventás vos. Cualquiera puede decir: ¿pero este tipo vive al margen de la vida? Un poco sí. (…) Siempre digo al aire: si es cierto que hay otras vidas, quiero saber dónde se presenta la solicitud, porque yo quiero ser músico en la otra vida”.