Las posibilidades del microrrelato

microrrelatos

Por Stella Maris Poggian * y Ricardo Haye **

Fuente: Página/12

La nueva discursividad social, objeto de estudio de la Sociosemiótica o Teoría de los Discursos Sociales, se ve altamente condicionada por aspectos macroestructurales. Entre ellos podemos mencionar el acelerado ritmo de vida característico de la creciente urbanización planetaria o la tendencia epocal a la fragmentación conceptual en la que ya en su día había reparado Nietzsche y que actualmente constituye un rasgo dominante de los mensajes mediáticos. Todo ello entraña un impacto significativo sobre nuestras prácticas culturales, afectadas por la concisión extrema, una forma de fluidez telegráfica, el minimalismo comunicativo de twiter, la saturación de mensajes de una sociedad hipermediada y vocabularios (e incluso agendas temáticas) reducidos.

El ecosistema mediático no solo espeja esta situación, sino que tiende a reproducirla y contribuye a su producción. Por tal motivo, los medios audiovisuales –actualmente en tránsito hacia la transmedialidad– ofrecen un recorrido interesante a la hora de pensar el microrelato.

El cine, surgido como espectáculo de feria y fuente de fabulaciones con George Mélies, inicialmente trasmitió relatos de corta duración. Hoy asistimos al regreso de las historias breves, que proliferan en Youtube realizadas tanto por profesionales como por estudiantes o aficionados a la narración audiovisual.

La radio, que nació con voluntad de relato y con el tiempo terminó recluyéndose en prácticas cada vez más perfiladas por intenciones informativas o argumentativas, fue renunciando progresivamente a su vocación narrativa. Dada su capacidad inmanente para alojar historias, quizás el microrelato constituya un posible comienzo para su recuperación narrativa.

El espesor, las inflexiones, los matices interpretativos que la palabra alcanza en su versión fónica se fortalecen con los otros elementos discursivos que confieren forma al texto sonoro: música, efectos, silencios.

La conjunción inteligente y armónica entre estos ingredientes puede coadyuvar a obtener relatos en los que brevedad y concisión vayan de la mano con la alta intensidad expresiva que requieren las miniaturas narrativas.

En la televisión, aunque el contar historias goza de mejor salud, la oferta narrativa se resuelve en forma de películas, seriales, telefilmes o telenovelas, sin que el relato breve adquiera significación fuera de los avisos publicitarios. Existen, claro, las producciones llamadas “video minuto” o “nanometrajes”, pero siguen convocando porciones reducidas de público.

La conexión que postulamos entre minificción y medios tiene un doble propósito. Uno es el del descubrimiento: acercar a los públicos de la radio y la televisión la obra de creadores a los que, de otro modo, quizás nunca lleguen a conocer y ayudarlos a (re) descubrir el encanto de lo narrativo. Y otro es el de la construcción: la de una nueva poética que nutra, conceptual y estilísticamente, a nuestros medios electrónicos.

Parece existir cierto consenso en que la minificción reclama alguna relectura que nos permita reconocer mejor sus formas y su notable grado de polisemia. Si ponemos esta circunstancia en el dispositivo del libro, ese regreso al texto constituye un acto volitivo que decide el lector.

En cambio, en soportes como la radio o la TV tradicionales, la ocasión no puede ser establecida por las audiencias sino que depende de determinaciones que se adoptan en la fase de emisión y permanecen ajenas al control del público.

De este modo, si el primer contacto con una microficción radiofónica o televisiva marca una relación con lo sorpresivo o lo inesperado, la posibilidad de regreso a ella nos conecta con una experiencia gratificante.

La emergencia de dispositivos que permiten alojar materiales, tanto sonoros como audiovisuales, habilita opciones en las que oyentes o televidentes pueden escoger la ocasión y el número de veces en que realizarán la relectura.

En cualquiera de los casos, la duración breve de estos contenidos de ficción facilita su inclusión en las grillas de programación respectivas.

Características propias de la minificción tales como la hibridación genérica, el humor, la ironía, la intertextualidad, el carácter lúdico, (la fractalidad) y la metaficción tampoco resultan ajenas a las prácticas discursivas de la radio y la televisión.

Si, de un lado, la familiaridad mediática con estos rasgos impide que la microficción experimente extrañamientos en estos soportes, el acostumbramiento de los públicos a ellos contribuye a naturalizar su contacto mediático con las miniaturas narrativas.

En tiempos de refucilos textuales y atenciones volátiles, la ficción breve puede resultar una alternativa sugerente para desplegar en los medios.

El microrelato (y más aún cuando adopta miradas juguetonas, irónicas, paradójicas, desestructurantes, desacralizantes) ayuda a resquebrajar modos dogmáticos de percibir y valorar la vida, agudiza nuestra sensibilidad, estimula el despliegue de la imaginación, facilita el reconocimiento didáctico de las formas más complejas de la escritura. Y hasta es capaz de abrir la marcha hacia obras monumentales, dado que constituye una opción atractiva y didáctica que puede ayudarnos a educar nuestro gusto por las historias, explorando posibilidades que diversifiquen los registros y asuman desafíos narrativos de complejidad creciente.

* Docente-Investigadora del Instituto Universitario Patagónico de las Artes y la Universidad Nacional del Comahue.

** Docente-Investigador de la Universidad Nacional del Comahue.