Periodismo de Investigación. Los cínicos no sirven para este oficio.

El “Periodismo de Investigación” de los cronistas que sienten hambre como sus entrevistados y se visten de travestis y prostitutas para «entender» la calle.

Escenas del fin del periodismo televisivo.

  1. En La liga, una productora del ciclo “protagonizó” una “nueva investigación” sobre el tema de la prostitución y “vivió” la “experiencia” de ser trabajadora sexual por una noche.
  2. Un envío del ya fallecido Cárceles presentó un informe bajo el título de “Fashion week tumbero”. Hombres y mujeres presos contaron cómo se lookean, cuidan su piel, su pelo y afrontan el riesgo de ser apuñalados por un par de “llantas” de las buenas.
  3. El conductor del chichegelblungiano Impacto 9, publicitado como “periodismo crudo, polémico y real”, salió disfrazado de travesti por las calles de Palermo para experimentar qué se siente “ser así” ante las reacciones de la gente. (Atención, déjà vu. El caso Ser Urbano: Gastón Pauls, el pibe burgués, buena onda, va y entrevista al travesti que se prostituye en su casa de la villa con cara de “re entiendo por lo que estás pasando”. Y además esta cronista vio la semana pasada al hermano del mismo entrevistando a un cartonero en pleno Palermo Hollywood.)

El surgimiento de este periodismo tiene su origen con el estallido de 2001 y el aluvión de la participación popular. Partiendo de los disparadores propios de la crisis –desocupación, pobreza, drogas baratas–, la televisión encontró un nuevo género televisivo, comodín infaltable en todos los canales. El periodismo-espectáculo o ese periodismo con pseudo conciencia social permite ser privilegiados testigos del #findelperiodismo (“Al #findelperiodismo –sinécdoque grosera del fin de múltiples hábitos técnicos e ideológicos– nada parece encajarle mejor que esta frase, cuyo autor ni importa, ni recuerdo: ‘Era como si la vergüenza debiera sobrevivirle’”, escribe Nicolás Mavrakis en el blog La Maquiladora).

Este es un periodismo que precisa del drama de sus cronistas. Así como presentan los informes compungidos y mirando a cámara, también sienten frío y hambre como sus entrevistados, también se visten de prostitutas y travestis para “entender” la calle. He aquí los periodistas heroicos. La lista nao tem fim.

Programas autodenominados como de periodismo serio y de investigación. Los lectores sabrán identificar las excepciones, pero sin soplar y sin chiflar, actualmente al aire o no: Calles salvajes (América), Policías en acción (Canal 13), La liga (Telefé), Impacto 9 (Canal 9), GPS (América), Cámara en mano (América), Ser urbano (Telefé), etcétera.

Se trata de la mirada del afuera para el afuera. Para Paula Castello, licenciada en Comunicación Social, coordinadora de proyectos de Amarc (Asociación Mundial de Radios Comunitarias), la peligrosidad radica en la “falacia del compromiso social”: “Se trata de los programas con pseudo conciencia social que te quieren mostrar la otra cara de la sociedad y terminan repitiendo todos los estereotipos negativos”.

Fue Castello quien recordó al conductor de Impacto 9 disfrazado de travesti: “Se disfrazaba en vez de mostrar una problemática social que nos involucra a todos, como si el ser travesti nada tuviera que ver con algo mucho más complejo, que implica una elección sexual, una construcción de género”. Y si se trata de informes de prostitución, claro que todo tenderá más al formato de la conductora que será trabajadora sexual por un día en vez de evidenciar la problemática del comercio sexual y la trata de blancas.

Para los hacedores, todo lo que se emite, incluso las noticias y los informes, debe responder a los parámetros del espectáculo y por tanto deben medir bien en el minuto a minuto. “Cuando un producto debe estar atado a criterios más comerciales, se dificulta cumplir un rol que no tenga como objetivo primero vender, ahí es donde la función del periodismo se diluye en la banalización y la espectacularización de todo”, señala Castello.

José Pablo Feinmann sostiene que la TV está hecha por emisores basura para receptores basura. No realiza distinciones y dice: “Sólo se limitan a reproducir con un realismo extremo los aspectos más ásperos, porque es más fácil copiar la basura, copiar el lumpenaje, la marginalidad extrema que expresarla en un contexto que la respete. El realismo basura no respeta lo que exhibe. Lo exhibe tal como dice que es. Porque lo dañino que hacen los medios es una organización cloacal de la realidad. La basura es fácil y vende. Así, se acostumbra al receptor a pedir cada vez más basura”.

Polosecki había dicho a principios de la década del ’90 que había que sacar las cámaras a la calle para encontrarse con las historias. Los programas que vinieron después no entendieron la idea. Polosecki no jugaba al héroe y no trabajaba con el morbo, ni con el estigma, ni con el juzgamiento.

En el libro Los cínicos no sirven para este oficio, el maestro de periodistas Ryszard Kapuscinski escribió: “Con la revolución de la electrónica y de la comunicación, el mundo de los negocios descubre que la verdad no es importante, y que ni siquiera la lucha política es importante, sino que, en la información, lo que cuenta es el espectáculo. Y, una vez que hemos creado la información-espectáculo, podemos vender esta información en cualquier parte. Cuanto más espectacular es la información, tanto más dinero podemos ganar con ella”.

Por Jimena Arnolfi

Fuente: Miradas al Sur
www.elargentino.com