A diez años de su desaparición física, el gran autor de radionovelas, querido y admirado por colegas y por el pueblo, es recordado en Argentores a través de esta biografía.
Alberto Migré (Felipe Alberto Milletari Miagro, nacido en Buenos Aires el 12 de septiembre de 1931 y fallecido el 10 de marzo de 2006) fue un autor y productor de televisión argentino, autor de varias de las telenovelas y radioteatros más exitosos del medio. Alberto fue el hijo mimado de una familia de «entrepreneurs» piamonteses, la familia de su padre Don Milletari llegaba a Buenos Aires desde Italia cuando conoció a su esposa la joven de los Miagro, establecida en Córdoba quienes llegaban de Italia desde Brasil. Alberto pasó una infancia agradable, rodeado de libros de historia y filosofía, una pasión de su madre, y la gran influencia emprendedora de su padre le dieron una educación adecuada la cual le fue muy útil al momento de iniciar su vida profesional. Al comienzo de su carrera literaria, por aviso de sus colegas y mentores, decidió cambiar su nombre de nacimiento «Felipe Alberto Milletari Miagro» y adoptar el seudónimo de «Alberto Migré» adoptando su segundo nombre y un derivado piamontés del apellido de su madre «Miagro», lo cual le ha dado muchos éxitos. Comenzó su carrera en radio, donde intervino en numerosos radioteatros; debutó como autor a los 15 años de edad, con una obra en Radio Libertad interpretada por Chela Ruiz y Horacio Delfino. Seguiría activo en este medio hasta su muerte. Cobró enorme popularidad en los años sesenta, con otros consagrados autores del género teleteatral como Abel Santa Cruz , Nené Cascallar y Alma Bressan. Entre los mayores éxitos de su carrera (más de 700 libretos) se destacó Rolando Rivas, taxista (que se emitió entre 1972 y 1973 con Claudio García Satur y Soledad Silveyra en los papeles protagonistas) y Pobre diabla, al siguiente año con Marilina Ross, Arnaldo André y China Zorrilla. Durante sus últimos años Migré fue presidente de Argentores, la asociación que nuclea a los autores en Argentina. En el 2001 fue nombrado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires. Gravemente enfermo del corazón, a los 74 años falleció de un paro cardíaco mientras dormía, en Buenos Aires.
La radio, ese primer gran amor
En setiembre de 2003, así hablaba el autor en un reportaje efectuado por el diario La Nacion. Ante la pregunta “Si hacemos historia, ¿podemos recordar sus inicios?, decía Migre: “Fui un chico que creció en un hogar donde se escuchaba radio todo el día. Hoy pienso, que ésa fue mi academia, sin dejar de señalar lo que aprendí, como integrante de las pandillas «artísticas» de Juancho y Marilyn. Puedo mencionar a los pioneros del género: Juan Carlos Chiappe y a Héctor Bates, pero fundamentalmente a los grandes maestros que marcaron estilos: Abel Santa Cruz, María del Carmen Martínez Paiva, Sergio De Cecco, Alma Bressan, Celia Alcántara, Laura Favio, Rafael García Ibáñez y esa maravilla que fue Nené Cascallar. Y esos radioteatros además, desfilaban por diferentes teatros, porque en esos años existía uno en cada barrio Y allí estaban Julia de Alba, Carmen Valdez, Blanca del Prado, Nelly Hering y Susy Kent, entre otras. Yo me sentía tan identificado con la actuación que no vacilé en presentarme en Radio Libertad, para interpretar un personaje junto a Osvaldo Pacheco, Idelma Carlo y Marta Moreno. Se dieron casi consecutivamente dos situaciones que me permitieron vislumbrar que tenía mayor facilidad como escritor que como intérprete. En esa suerte de casting inicial (yo era un adolescente), en plena década del 50, el director de la emisora dijo que no tenía dinero para convocar autores. Recuerdo que salí casi corriendo y adapté distintos capítulos de «Corazón», el libro de Edmundo D´Amicis. Y de allí en más seguí en esa tarea de adaptador de textos, mientras desarrollaba todo tipo de trabajos en la radio: locutor, sonidista, atendía el teléfono y era el asistente de todos los que solicitaban mi colaboración, además de escribir textos para los ciclos como «La hora francesa, portuguesa, italiana, etc.». Hasta que en una oportunidad no pude contener la risa al escuchar un texto muy malo, que debían interpretar Chela Ruiz y Horacio Delfino. Ella me dijo: «No critiques hasta que no seas capaz de escribir algo mejor». Al día siguiente llegué y le entregué mi trabajo. Con gran sorpresa preguntó: «Jurame que lo escribiste vos. Y si es así, ¿te animas a escribir otros?».
“¿Ese fue el inicio de la gran aventura radial?” fue la siguiente consulta. El creador de Rolando Rivas, apuntó: “Fue algo increíble. Comencé a escribir para Excelsior el «Radioteatro Virtus» (como de medida lo más perfecto al servicio de una dama), que se prolongó durante 12 años y se emitía de 17 a 17.30. Eran sus protagonistas José Canosa y Mabel Paz, siguieron entre otros Alfredo Suárez Serrano, Atilio Marinelli y Graciela Araujo y debía plasmar hasta 4 o 5 historias por día. Fue la primera vez que escuché hablar de rating. Y así llegó el traslado a Radio El Mundo, donde se lucía Hilda Bernard con Fernando Siro o Eduardo Rudy y por la noche Jorge Salcedo, Elcira Olivera Garcés y en otras Elcira con Alfredo Alcón. Y aquí -dice con tono casi emocionado- quiero dedicar una mención especial para el relator que resultó esencial a la hora de hablar del éxito de estos ciclos: la voz maravillosa de Julio César Barton. Al parecer la medición de otros programas en esos horarios oscilaba entre 12 y 14 y el nuestro era de 30 puntos. Y el radioteatro siguió su derrotero por emisoras como Belgrano, Splendid y en Mitre en los años 70.”
Quien realizara el reportaje, Alicia Petti, le preguntó luego cuáles fueron los títulos más resonantes de esos años. Migré dijo: «Las solteronas», «El hombre equivocado», «Esos que dicen amarse» (hasta se representó en el Liceo) «Altanera Evangelina Garré», que en la TV, fue «Adorable profesor Aldao»; y esencialmente «0597, da ocupado», que resultó impactante porque su protagonista era una mujer en presidio. La repetimos en más de una oportunidad y en televisión se convirtió en otro éxito: «Una voz en el teléfono». Pero sin duda -lo señala casi con fervor- el fenómeno es de la radio, que es uno de los medios más completos y más nobles, porque es la palabra que va creando todas las imágenes que la gente puede imaginar. Ayuda al público a recuperar la hermosa costumbre de escuchar y en más de una oportunidad reemplaza al libro que no lee, a la película que no puede ver y a nosotros los autores nos permitió crear un estilo. Estoy convencido que el público fiel de este género cuando escucha determinados textos u observa ciertas imágenes puede señalar, por ejemplo, «esto es de Nené Cascallar» o «esto es Migré». Pareciera que ahora todo vuelve a su cauce. Y lo hago con el mismo entusiasmo: 15 horas para escribir y otras tantas para musicalizar.”
La hora de la tevé
Cuando falleció, se editaron innumerables crónicas que analizaron su vida y obra. En La Nación, en un tramo de una nota, se hizo foco en su relación con la pantalla chica y lo mucho que participó en este medio.
“Era inevitable que a este hombre inquieto, de enorme poder de observación, trato cordial y risa fácil -aunque no tardaba en enojarse contra quienes menospreciaban a la telenovela- le llegara la hora de hacer TV, a la que aportó Esos que dicen amarse, con Fernando Siro e Hilda Bernard, en 1959, como primer título digno de consideración. En el libro «Estamos en el aire», Migré dijo que aprendió televisión a partir de los consejos del recordado director Martín Clutet: «Escribía, corregía, iba a los ensayos y grabaciones, observaba los movimientos de cámara, trataba de captar los secretos del videotape. Miraba, miraba y así aprendía».
Con el tiempo y todos los cambios y avatares experimentados por la telenovela, Migré queda en la memoria como cultor de un estilo clásico y generoso en la afirmación de los sentimientos amorosos puestos al servicio de las reglas imperecederas del género: pasiones, suspenso, traiciones, engaños, los buenos y los malos, el romance más allá de las diferencias de edades o de clases sociales. Pero además de llevar a la pantalla referencias radiofónicas (como el aporte del histórico relator Julio César Barton en varias ocasiones), un repaso a algunos de sus grandes obras muestra a Migré como un creador tan sensible al gusto popular como capaz de encarar giros sorprendentes.
En tiempos de su definitiva afirmación como autor televisivo (con el éxito de Su comedia favorita», con Guillermo Bredeston y Nora Cárpena, en 1964), ensayó para En casa de los Videla un escarceo entre un hijo legítimo y una hija adoptiva del matrimonio central. Y en Rolando Rivas, taxista (1972), verdadera bisagra de la historia de la telenovela que paralizaba al país cada martes por la noche, se anticipó al costumbrismo hoy en boga con una auténtica historia de sabor barrial porteño y acercó la realidad al melodrama (un hermano del protagonista, guerrillero, muere en un enfrentamiento con la policía).
Desde allí, gracias a su olfato para elegir parejas protagónicas, a la fidelidad a un grupo de actores y actrices secundarios de raza (China Zorrilla por sobre todo, pero también Susy Kent, Antuco Telesca, Dora Ferreiro, Paquita Más, Mabel Pesén y María Elena Sagrera, entre muchísimos otros) y a la pintura de villanas antológicas (como la Matilde de Leonor Benedetto en Rolando Rivas) fue amo y señor del rating en las décadas de 1970 y 1980.
En Dos a quererse, con García Satur y Thelma Biral, sumó los poemas de Julia Prilutzky Farny casi como un personaje más; en Piel naranja, con Arnaldo André y Marilina Ross, abandonó el final feliz con un desenlace trágico que pocos olvidan; en Pobre diabla, con André y Soledad Silveyra, aportó toques de comedia brillante.
Vivió más tarde otros éxitos (Sin marido, que identificó como el mejor trabajo de toda su vida, La cuñada, Pablo en nuestra piel y Una voz en el teléfono) y algunos fracasos como Fabián 2, Mariana 0, con André y María Leal, que en 1980 fue señal de un cambio de época. El teleteatro clásico semanal (formato en el que Migré se sentía más cómodo) perdió su lugar en el horario central y se afirmó como tira vespertina, lo que conspiraba contra un método de trabajo indelegable: Migré prefería trabajar solo y nunca simpatizó con la idea del equipo autoral, hoy afirmada.”
Fuente: argentores.org.ar