Por Ricardo Haye.
Exposición de algunos conceptos del profesor y autor de innumerables publicaciones sobre radio en su reciente conferencia en el Coloquio Internacional Radio y Cultura, celebrado en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En las vísperas de su primera centuria, la radio vuelve a encontrarse en una situación que conoce a la perfección: una vez más necesita cambiar para seguir siendo.
Lo hizo en innumerables ocasiones para seguir gozando de las preferencias de una audiencia fiel y siempre receptiva a su condición proteica. Su capacidad de mutación se puso a prueba ante la indetenible evolución tecnológica, pero también ante las sucesivas transformaciones sociales que modificaron los hábitos de las personas. Fue centro de atención familiar cuando reinaba desde algún espacio de centralidad hogareña y se convirtió en acompañante íntima a escala individual cuando los receptores se multiplicaron y los auriculares le restaron carácter gregario a su escucha. La dramaturgia sonora alcanzó su cénit a poco de comenzar su andadura y luego sus propuestas debieron reconvertirse a un hegemónico tratamiento periodístico ante la migración televisiva de sus autores e intérpretes. Alojó orquestas virtuosas y las desmanteló cuando la industria del vinilo descubrió que la radio era la cabecera de playa para conquistar gustos masivos. Tuvo épocas de mayor y menor variedad estilística. Sus alforjas temáticas contuvieron distinto grado de diversidad. Convocó desde distancias enormes a través de ondas cortas flameantes y luego mejoró la calidad de sus señales mediante tecnologías satelitales y, sobre todo, por intermedio de la ubicua Internet.
En un escenario que hoy reconfiguran los procesos de mediamorfosis, convergencia medial, integración empresarial y emergencia de nuevos dispositivos, la radio comparte la textualización sonora que inauguró hace cien años con productos asincrónicos como el podcast y su gestualidad acústica apunta a liderar una próxima etapa de innovación que, mediante consignas verbales, tiende a otorgar protagonismo a los altavoces inteligentes.
Nada permite suponer que la tantas veces fallida agorería del fin de sus días esté hoy más cerca de confirmarse. En cambio, su comprobada versatilidad nos desafía a continuar observando atentamente las nuevas correrías que emprenderá en su segundo siglo de existencia. La radio sigue sonando.